;;El vampiro y la sirena [Historia]

Una luz plateada se cernía sobre la costa, la luz de la luna, la cual sería el único testigo de aquel asesinato. El rastro de sangre iba desde los árboles de un bosque cercano hasta la arena blanca bañada por aguas cristalinas, susurrantes, que rompían suavemente con las piedras en un compás musical, dejando un rastro carmesí.

De la boca de la joven medio muerta no salían gritos de dolor o de miedo. Susurros suaves de agonía, solamente. Nada de golpes o intentos, estaba muy frágil para ello, desangrándose lentamente, manchando su vestido de encaje blanco…Además, ¿De qué valía gritar? Nadie podría oírla.

-Haz de tu salida de este mundo algo hermoso-Susurró una voz masculina en su oído, recorriendo su cuello con la punta de la nariz y apartando el cabello que le estorbaba. Allí, en la vena principal, palpitaba la sangre más fuertemente. Rozó toda la superficie con la lengua con un toque de lujuria, sin apresurarse…Si hubiese querido alimentarse salvajemente, tenía toda aquella sangre regada por el pecho de la muchacha. Pero no.

Luego, sin poder evitarlo, abrió más la boca y hundió lentamente sus colmillos en la piel, atravesando las venas y los tendones como si no estuvieran allí. Su víctima soltó un gemido de desesperación para luego sumirse en el silencio. Apenas tuvo tiempo de cerrar los ojos.

Dimitri consumió el líquido sin desesperación hasta dejar solamente la coraza vacía, y se limpió la boca con el dorso de la mano. Pronto las aves carroñeras vendrían por el cuerpo, devorándolo hasta dejar sólo el esqueleto. Otra persona muerta en "extrañas circunstancias"…Se imaginó el titular del diario del día siguiente y sonrió, alzando la vista hacia la luna. Le traía tantos recuerdos…Aquellos ojos verdes de nuevo se pasearon por su cabeza, haciéndole gruñir y sacudirla.

Caminó hasta el borde del agua y se quitó la ropa que traía, una sencilla camisa negra y los jeans gastados. Con un trago de aire, entró al mar, que pronto le llegó a la cintura, y nadó para calmarse. Debía dejarse de aquellas leseras… ¡Qué vergüenza para su especie…!

Entonces, cuando estaba meditando sobre la muerte, una voz lo distrajo. Al principio lo alertó y le hizo tragar agua salada, pero luego sintió como si flotara en una nube sobre la superficie, hipnotizado. Era la voz más dulce que había escuchado en su vida. Y cantaba.

Extrañado, el joven cogió oxigeno y nadó hacia abajo, donde algas multicolor oscilaban sobre la arena y algunos pececitos huían despavoridos al verlo. Podía ver sin dificultad las ostras, a los cangrejos arrastrarse sobre sus patas, e incluso algunas anguilas pequeñas que dejaban pequeñas estelas eléctricas a su paso. Al cabo de unos metros, oculta cerca de una gruta, con una lira en la mano, estaba sentada una joven, y de allí procedía la voz.

El corazón de Dimitri, de haber estado latiendo, se habría detenido.
Era una sirena.