She drops her books upon the floor. // Marissa ID

Descripción psicológica:
Su aspecto indiferente y casi desagradable, su repelencia a las multitudes que no se encuentren en un concierto, su aislamiento… No son por figurar, por quedar como la "intellectual poco sociable". Aunque no justifica su personalidad actual con su historia, éste dejó una mella muy clara en ésta. Aunque sabe adaptarse a las distintas situaciones, Marissa prefiere la compañía de los libros antes que la de las personas –algo que le afecta negativamente, pues también le agradan el alcohol y la juerga-.

Es muy directa para el gusto común, aun cuando sabe que sus palabras pueden herir… es rara la vez que lo hace por maldad. Simplemente no le gustan, para nada, los rodeos. Hacerla enojar es un trabajo pesado pues todo se lo toma con humor o lo deja fluir como el humo del cigarro. Sin embargo, cuando se le toca la llaga, puede actuar muy impulsivamente. Es mentalmente rápida, tanto para el sarcasmo como para los conocimientos que le importan, aunque se distrae con facilidad. Le encanta adquirir nuevos conocimientos y es común encontrarla en la biblioteca.

A todo le halla el doble sentido y es muy pícara en su forma de actuar. Está segura de su vida sexual desde que la inició. No es algo a lo que le dé demasiada importancia, dada su concepto de moral –aunque, por supuesto, tampoco cae en la promiscuidad absoluta o anda sin protección por ahí; es estúpida, pero no de ese modo-. Detesta las mentiras inútiles, y la afanada obsesión de su casa con "la sangre pura"; a ella le daría lo mismo ser hija de muggles y vivir en una casa rodante. El mundo muggle le atrae bastante, a veces incluso más que el suyo propio. Sin embargo, ese aspecto de su personalidad no lo conoce nadie, pues no es algo que dé a demostrar. Odia buscarse conflictos estúpidos por sus ideologías.

No cree en eso de tener a sus compañeros de estudio como "enemigos". De hecho tiende a subestimarlos, aunque no lo demuestra, en especial en el ámbito de la madurez. Aguanta los humores más negros y ácidos, de hecho son sus favoritos. Cuando se lo propone actúa con seriedad, pero, por lo general, siempre se toma las cosas con humor.
Así como es difícil enojarla, también lo es asustarla; son pocas las cosas que tiene que perder.

Aún así, cuando se le toca la fibra, puede llegar a ser tan agresiva como su forma animal.
Como amiga es muy conversadora, quizás algo mala para dar consejos y con una sutileza propia del disparo de una escopeta, pero también muy protectora, y, sobre todo, sincera.

Not a factory girl.
Mariassa nació el 22 de Septiembre de 1981 en la mansión de su padre, ayudada por la partera de la familia y entre los lujos propios de las familias antiguas de magos puros. Era la segunda hija del matrimonio de sus padres, y aunque no eran el heredero varón que habían deseado, se sintieron muy complacidos con su llegada.  
Desde pequeña se sintió más apegada a su padre que a su madre, aunque nunca veía mucho a ninguno de los dos; Su figura materno-paterna siempre fue su hermana y la nana que se encargaba de ambas. Nunca pidió demasiado, pero nada de lo que pedía le era negado. Sin embargo, el despilfarro no le gustaba. Su madre había sido Ravenclaw, a su padre sólo le importaban ellas –y el dinero-, así que no creció siendo adoctrinada para odiar a los impuros, sólo para no buscar el heredero de uno y perseguir siempre las vías hacia el lujo.

Su vida, aunque afable, no era tranquila. A lo largo de sus trece años se mudó al menos seis veces, de Italia a Inglaterra, de Inglaterra a Italia, a Francia, a Alemania... Su madre parecía tan confundida como ella, y muchas veces la escuchó discutir con su padre, que justificaba todo con un ‘son cosas de negocios’ y algún regalo caro. Amanda, una mujer algo superficial que amaba a la fortuna de Arthur casi más que a él mismo, terminó por acostumbrarse, e incluso llegó a disfrutar la estadía en los lujosos sitios que ocupaban cada año. Le costaba, claro, pues en aquellos tiempos, todo era caos, y siempre necesitaban aurores a la mano; Más de una vez dejó de ir a casa, dejando a sus hijas con el corazón en ascuas, e incluso tuvo que estar hospitalizada varias veces.

Al cabo de unos años, cuando Marissa estaba cerca de cumplir los trece, tras unas vacaciones en Tailandia, la relación de sus padres se fracturó.

Nunca explicaron bien el por qué, pero tras incontables peleas, Amanda tomó la custodia de las niñas y no volvieron a ver a su padre hasta el cabo de unos años. Más bien, Marissa fue la única que supo de él. Con el pasar del tiempo el carácter de su madre se avinagró más y más. Su ausencia pasó de ser una molestia a una necesidad. Aquellos dos caracteres chocaban constantemente.

Marissa conoce todas las habitaciones del Caldero Chorreante; huyó de su casa no pocas veces.

Arthur se apareció en su cuarto –les había dejado la mansión de Inglaterra a ellas-, transformado en búho, a altas horas de la madrugada. Ella no desconocía los dones de su padre, así que lo reconoció entre lágrimas. Arthur le explicó que había tenido que huir debido a los ‘acontecimientos’. Era un mortífago, y aunque no lo había acusado nadie, tampoco podía darse el lujo de esperar a que lo hicieran. Le contó como vivía en los bosques a base de mamíferos pequeños, extrañándola cada día. Ella le propuso ser su lechuza mensajera –cosa que no se le había ocurrido-, y el aceptó complacido, aunque sintiéndose un animal domesticado.

Su relación con su madre empeoró tras la mudanza de su hermana y el matrimonio de Amanda con un funcionario del Ministerio de Magia, un presumido cabeza hueca del que tuvo un hijo barón. Aunque el niño no tiene la culpa de nada, Marissa no puede evitar sentirse incómoda en su presencia.

En quinto año, con la ayuda de su padre, consiguió transformarse por primera vez en un lobo ártico, la forma que asume su patronus. Es una de los pocos logros suyos de los cuales logra enorgullecerse.