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Carta a un desconocido
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Carta a un desconocido
Ojala les guste, es una historia real, adaptada para ser fic.
Querido desconocido:
¿Recuerdas cuando nos conocimos? Tú estabas con tu hermana y tu padre cerca del puesto de Crepes y yo estaba con mis dos hermanas formando fila, tú tenías una cara arrogante y derrochabas soberbia, mis hermanas te miraban con mala cara y yo te miraba como si quisiese descubrir algo. Cuando había salido de la fila (que realmente era demasiado larga y no quise esperar más) mis hermanas y yo pasamos frente a ustedes, tú me detuviste y me preguntaste mi nombre, mi hermana mayor no quiso que respondiera, aunque sin importarme lo que dijera luego lo hice, apenas pude articular con los labios mi nombre «Mercedes», me constaba que llegaría a oídos de mi madre y después sería yo a la que regañarían. Al día siguiente descubrí que éramos vecinos, tú vivías en la mansión de la esquina y mi humilde morada era una hormiga al lado de tu casa. Mi madre me había contado que se habían mudado cuando yo nací, han pasado ya cuarenta y ocho años, claro que nos conocimos cuando yo era apenas una niña de doce y tú un muchacho de quince.
Habían pasado doce años y yo no me había dado cuenta de quién vivía en el castillo de Drácula, pues eso era tu residencia, el castillo de Drácula. A la semana de aquella feria en la que nos conocimos, tú hermano decidió invitar a mi hermana a ir al río y como tu padre se había ido de casa, también irías tú. Mi hermana y yo nos alistamos, y quedamos en vernos en el muelle a las 14:30 pm, tu hermano quiso adelantarse, y llegaron una hora antes, únicamente mi hermana y yo nos fuimos para la hora que habíamos combinado.
No fue el mejor día de todos, cuando llegamos, tu hermano estaba destrozado, hecho un bollo en la punta del muelle, mi hermana desesperada le preguntó que había pasado y él respondió: «Desapareció», mi hermana estaba desconcertada, no entendía, pero yo ya había caído en la cuenta de que eras tú el que desapareció. Tu hermano nos explicó que quisiste darte un chapuzón y él fue a buscar algo de tomar en el bar que estaba allí cerca. Tú aseguraste que cuando el volviera estarías fuera del agua. Lo único que encontró tu hermano fue la camiseta que llevabas puesta. Era la camiseta de tu jugador favorito, al dorso rezaba «Chilavert» y el número uno. Al lado estaban tiradas tus zapatillas y tu reloj. Pasaron semanas antes de que los de la Guardia encontraran tu cuerpo flotando cerca de la región del Chaco. Fue horrible tener que ir a la morgue en lugar de tu hermano, ver tu cuerpo sin vida, pálido, frío y rígido.
Hoy, después de treinta años, estoy aquí parada sobre el muelle, escribiéndote esta carta con tu camiseta puesta, las lágrimas inundando mis ojos y el dolor destrozando mi corazón a cada palabra. Nunca supe tu nombre, pero lo que sentía por ti era amor a primera vista.
Espero que cuando Dios decida recoger ésta carta del río, tú puedas leerla junto con él, algún día la leerás, aunque puede que yo la esté contigo. El sólo hecho de pensar en esos tus ojos azules, tan profundos como el océano me hacen recordarte con más claridad y no puedo creer que hayas muerto tan joven.
Creo que ya no tengo más que escribir. Ojala estén tratándote bien allá arriba.
Querido desconocido:
¿Recuerdas cuando nos conocimos? Tú estabas con tu hermana y tu padre cerca del puesto de Crepes y yo estaba con mis dos hermanas formando fila, tú tenías una cara arrogante y derrochabas soberbia, mis hermanas te miraban con mala cara y yo te miraba como si quisiese descubrir algo. Cuando había salido de la fila (que realmente era demasiado larga y no quise esperar más) mis hermanas y yo pasamos frente a ustedes, tú me detuviste y me preguntaste mi nombre, mi hermana mayor no quiso que respondiera, aunque sin importarme lo que dijera luego lo hice, apenas pude articular con los labios mi nombre «Mercedes», me constaba que llegaría a oídos de mi madre y después sería yo a la que regañarían. Al día siguiente descubrí que éramos vecinos, tú vivías en la mansión de la esquina y mi humilde morada era una hormiga al lado de tu casa. Mi madre me había contado que se habían mudado cuando yo nací, han pasado ya cuarenta y ocho años, claro que nos conocimos cuando yo era apenas una niña de doce y tú un muchacho de quince.
Habían pasado doce años y yo no me había dado cuenta de quién vivía en el castillo de Drácula, pues eso era tu residencia, el castillo de Drácula. A la semana de aquella feria en la que nos conocimos, tú hermano decidió invitar a mi hermana a ir al río y como tu padre se había ido de casa, también irías tú. Mi hermana y yo nos alistamos, y quedamos en vernos en el muelle a las 14:30 pm, tu hermano quiso adelantarse, y llegaron una hora antes, únicamente mi hermana y yo nos fuimos para la hora que habíamos combinado.
No fue el mejor día de todos, cuando llegamos, tu hermano estaba destrozado, hecho un bollo en la punta del muelle, mi hermana desesperada le preguntó que había pasado y él respondió: «Desapareció», mi hermana estaba desconcertada, no entendía, pero yo ya había caído en la cuenta de que eras tú el que desapareció. Tu hermano nos explicó que quisiste darte un chapuzón y él fue a buscar algo de tomar en el bar que estaba allí cerca. Tú aseguraste que cuando el volviera estarías fuera del agua. Lo único que encontró tu hermano fue la camiseta que llevabas puesta. Era la camiseta de tu jugador favorito, al dorso rezaba «Chilavert» y el número uno. Al lado estaban tiradas tus zapatillas y tu reloj. Pasaron semanas antes de que los de la Guardia encontraran tu cuerpo flotando cerca de la región del Chaco. Fue horrible tener que ir a la morgue en lugar de tu hermano, ver tu cuerpo sin vida, pálido, frío y rígido.
Hoy, después de treinta años, estoy aquí parada sobre el muelle, escribiéndote esta carta con tu camiseta puesta, las lágrimas inundando mis ojos y el dolor destrozando mi corazón a cada palabra. Nunca supe tu nombre, pero lo que sentía por ti era amor a primera vista.
Espero que cuando Dios decida recoger ésta carta del río, tú puedas leerla junto con él, algún día la leerás, aunque puede que yo la esté contigo. El sólo hecho de pensar en esos tus ojos azules, tan profundos como el océano me hacen recordarte con más claridad y no puedo creer que hayas muerto tan joven.
Creo que ya no tengo más que escribir. Ojala estén tratándote bien allá arriba.
Un beso
Mercedes
PD: Te amo Mercedes
Melanie J. Schmetterling- Mensajes : 179
GALEONES : 214
Fecha de inscripción : 26/07/2010
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